Calisto, enfermo de amor.
¿Yo? Melibeo soy y a Melibea adoro y en Melibea creo y a Melibea amo.
Calisto describe a Melibea.
Comienço por los cabellos. ¿Ves tú las madexas del oro delgado que hilan en Arabia? Más lindas son y no resplandeçen menos; su longura hasta el postrero assiento de sus pies; después crinados y atados con delgada cuerda, como ella se los pone, no ha más menester para convertir los hombres en piedra.
Los ojos verdes, rasgados, las pestañas luengas, las cejas delgadas y alçadas, la nariz mediana, la boca pequeña, los dientes menudos y blancos, los labios colorados y grossezuelos, el torno del rostro poco más luengo que redondo, el pecho alto, la redondeza y forma de las pequeñas tetas, ¿quién te la podría figurar? Que se despereza el hombre cuando las mira. La tez lisa, lustroza, el cuero suyo escureçe la nieve, la color mezclada, qual ella la escogió para sí.
Las manos pequeñas en mediana manera, de dulce carne acompañadas, los dedos luengos, las uñas en ellos largas y coloradas, que parescen rubíes entre perlas.
Sempronio, criado de Calisto.
Assí es. Calisto arde en amores de Melibea. De ti y de mí tiene necessidad. Pues juntos nos ha menester, juntos nos aprovechemos; que conozer el tiempo y usar el hombre de la oportunidad haze los hombres prósperos.
Misoginia.
Dixe que tú, que tienes más coraçón que Nebrot ni Alexandre, desesperas de alcançar una mujer, muchas de las cuales en grandes estados constituýdas se sometieron a los pechos y resollos de viles azemileros, y otras a brutos animales. ¿No has leýdo de Pasife con el toro, de Minerva con el can? (...)
¿Escozióte? Lee los yestoriales, estudia los filósofos, mira los poetas. LLenos están los libros de sus viles y malos enxemplos, y de las caýdas que levaron los que en algo, como tú, las reputaron. Oye a Salomón do dize que las mujeres y el vino hazen a los hombres renegar. Conséjate con Séneca y verás en qué las tiene. Escucha el Aristóteles, mira a Bernardo. Gentiles, judíos, christianos y moros, todos en esta concordia están. Pero lo dicho y lo que ellas dixiere no te contezca error de tomarlo en común: que muchas ovo y ay santas, virtuosas y notables cuya resplandesciente corona quita el general vituperio. Pero destas otras, ¿quién te contaría sus mentiras, sus tráfagos, sus cambios, su liviandad, sus lagrimillas, sus alteraciones, sus osadías? Que todo lo que piensan osan sin deliberar: sus dessimulaciones, su lengua, su engaño, su olvido, su desamor, su gratitud, su inconstancia, su testimoniar, su negar, su febolver, su presunción, su vanagloria, su abatimiento, su locura, su desdén, su sobervia, sus subjeción, su parlería, su golosina, su luxuria y suziedad, su miedo, su atrevimiento, sus hechizerías, sus embaymientos, sus escarnios, su deslenguamiento, su desvergüença, su alcahuetería. Considera qué sesito está debaxo de aquellas grandes y delgadas tocas, qué pensamiento so aquellas gorgueras, so aquel fausto, so aquellas largas y autorizantes ropas, qué imperfición, qué alvañares debaxo de templos pintados. Por ellas es dicho: arma del diablo, cabeça de peccado, destrución de paraýso. ¿No has rezado en la festividad de San juan, do dize: esta es la mujer, antigua malicia que a Adán echó de los deleytes de paraýso, ésta el linaje humano metió en el infierno; a ésta menospreció Helías propheta? (...)
A los que vencieron querría que remedases, que no a los que dellas fueron vencidos. Huye de sus engaños, ¿Sabes que hazen? Cosas, que es difícil entenderlas. No tienen modo, no razón, no intención. Por rigor encomiençan el ofrecimiento que de sí quieren hazaer. A los que meten por los agujeros, denuestan en la calle; combidan, despiden, llaman, niegan, señalan amor, pronuncian enemiga, ensánñase presto, apazíguanse luego, quieren que adevinen lo que quieren. ¡O qué plaga, o qué enojo, o qué fastío es conferir con ellas, mas que aquel breve tiempo que aparejadas son a deleyte!
Misoginia.
Dixe que tú, que tienes más coraçón que Nebrot ni Alexandre, desesperas de alcançar una mujer, muchas de las cuales en grandes estados constituýdas se sometieron a los pechos y resollos de viles azemileros, y otras a brutos animales. ¿No has leýdo de Pasife con el toro, de Minerva con el can? (...)
¿Escozióte? Lee los yestoriales, estudia los filósofos, mira los poetas. LLenos están los libros de sus viles y malos enxemplos, y de las caýdas que levaron los que en algo, como tú, las reputaron. Oye a Salomón do dize que las mujeres y el vino hazen a los hombres renegar. Conséjate con Séneca y verás en qué las tiene. Escucha el Aristóteles, mira a Bernardo. Gentiles, judíos, christianos y moros, todos en esta concordia están. Pero lo dicho y lo que ellas dixiere no te contezca error de tomarlo en común: que muchas ovo y ay santas, virtuosas y notables cuya resplandesciente corona quita el general vituperio. Pero destas otras, ¿quién te contaría sus mentiras, sus tráfagos, sus cambios, su liviandad, sus lagrimillas, sus alteraciones, sus osadías? Que todo lo que piensan osan sin deliberar: sus dessimulaciones, su lengua, su engaño, su olvido, su desamor, su gratitud, su inconstancia, su testimoniar, su negar, su febolver, su presunción, su vanagloria, su abatimiento, su locura, su desdén, su sobervia, sus subjeción, su parlería, su golosina, su luxuria y suziedad, su miedo, su atrevimiento, sus hechizerías, sus embaymientos, sus escarnios, su deslenguamiento, su desvergüença, su alcahuetería. Considera qué sesito está debaxo de aquellas grandes y delgadas tocas, qué pensamiento so aquellas gorgueras, so aquel fausto, so aquellas largas y autorizantes ropas, qué imperfición, qué alvañares debaxo de templos pintados. Por ellas es dicho: arma del diablo, cabeça de peccado, destrución de paraýso. ¿No has rezado en la festividad de San juan, do dize: esta es la mujer, antigua malicia que a Adán echó de los deleytes de paraýso, ésta el linaje humano metió en el infierno; a ésta menospreció Helías propheta? (...)
A los que vencieron querría que remedases, que no a los que dellas fueron vencidos. Huye de sus engaños, ¿Sabes que hazen? Cosas, que es difícil entenderlas. No tienen modo, no razón, no intención. Por rigor encomiençan el ofrecimiento que de sí quieren hazaer. A los que meten por los agujeros, denuestan en la calle; combidan, despiden, llaman, niegan, señalan amor, pronuncian enemiga, ensánñase presto, apazíguanse luego, quieren que adevinen lo que quieren. ¡O qué plaga, o qué enojo, o qué fastío es conferir con ellas, mas que aquel breve tiempo que aparejadas son a deleyte!
Pármeno, criado de Calisto.
Pármeno expone a Calisto la fama de Celestina:
Si entre cient mugeres va y alguno dize: "¡Puta vieja!", sin ningún empacho luego buelve la cabeça y responde con alegre cara. En los combites, en las fiestas, en las bodas, en las cofradías, en los mortuorios, en todos los ayuntamientos de gentes, con ella passan tiempo. Si passa por los perros, aquello suena su ladrido; si está cerca de las aves, otra cosa no cantan; si cerca los ganados, balando lo pregonan; si cerca las bestias, rebuznando lo dizen. "¡Puta vieja!"; las ramas de los charcos otra cosa no suelen mentar. Si va entre los herreros, aquello dizen sus martillos; carpinteros y armeros, herradores, caldereros, arcadores todo oficio de instrumento forma en el aire su nombre. Cántala los carpinteros; péynanla los peynadores; labradores en las huertas, en las aradas, en las viñas, en las segadas, con ella passan el afán cotidiano. Al perder en los tableros, luego suenan sus loores. Todas cosas que son fazen, a do quiera que ella está, el tal nombre representan. ¡O qué comedor de huevos asados era su marido! Qué quieres más sino que si una piedra topa con otra, luego suena: "¡Puta vieja!"
La necessidad y pobreza, la fambre, que no hay mejor maestra en el mundo, no hay mejor despertadora y avivadora de ingenios.
Celestina, sabia.
A tuerto o a derecho, nuestra casa hasta el techo.
La amistad:
E tú gana amigos, que es cosa durable; ten con ellos constancia; no vivas en flores. Dexa los vanos prometimientos de los señores, los quales desecan la substancia de sus sirvientes con huecos y vanos prometimientos. Como lasanguijuela saca la sangre, desagradescen, injurian, olvidan servicios, niegan galardón. ¡Guay quien en palacio envejece! Como se escribe de la probática piscina, que de ciento que entravan, sanava uno. Estos señores desde tiempo más aman a sí que a los suyos, y no yerran. Los suyos ygualmente lo deven hazer. Perdidas son las mercedes, las magnificencias, los actos nobles. Cada uno destos cativan y mezquinamente procuran su interesse con los suyos. Pues aquellos no deven menos fazer, como sean en facultades menores, sino vivir a su ley. Dígolo, fijo Pármeno, porque este tu amo, como dizen, me parece rompenecios; de todos se quiere servir sin merced. Mira bien, créeme; en su casa cobra amigos, que es el mayor precio mundano. Que con él no pienses tener amistad, como por la diferencia de los estados o condiciones pocas veces contezca. (...) Pues, loado Dios, bienes tienes, ¿y no sabes que has menester amigos para los conservar? Y no pienses que tu privança con este señor te haze seguro, que quanto mayor es la fortuna, tanto es menos segura. Y por tanto, en los infortunios el remedio es a los amigos. E ¿a dónde puedes ganar mejor este debdo que donde las tres maneras de amistad concurren, conviene a saber, por bien, provecho y deleyte? Por bien, mira la voluntad de Sempronio conforme a la tuya, y la gran similitud que tú y él en la virtud tenéys. Por provecho, en la mano está, si soys concordes. Por deleyte, semejable es, como seáys en edad dispuestos para todo linaje de plazer, en que más los moços que los viejos se juntan, assí como para jugar, para vestir, para burlar, para comer y bever, para negociar amores, juntos de compañía. (...) No te retrayas ni amargues, que la natura huye lo triste y apetece lo delectable. El deleyte es con los amigos en las cosas sensuales, y especial en recontar las cosas de amores y comunicarlas. "Esto hize, esto otro me dixo, tal donayre passamos, de tal manera la tomé, assí la besé, assí me mordió, assí la abracé, assí se allegó. ¡O que fabla! ¡O qué gracia! ¡O qué juegos! ¡O qué besos! Vamos allá, bolvamos acá, ande la música, pintemos los motes, cantemos canciones, invenciones, justemos; ¿qué cimera sacaremos o qué letra? Ya va a la missa, mañana saldrá, rondemos su calle, mira su carta, vamos de noche, tenme el escala, aguarda a la puerta, ¿cómo te fue? Cata el cornudo, sola la dexa. Dale otra buelta, tornemos allá". E para esto, Pármeno, ¿hay deleyte sin compañía? ¡Alahé, alahé! La que las sabe las tañe. Este es el deleyte; que lo ál, mejor lo fazen los asnos en el prado.
La impaciencia del enamorado:
No es cosa más propia del que ama que la impaciencia; toda tardança le es tormento, ninguna dilación les agrada. En un momento querrían poner en efeto sus cogitaciones; antes la querrían ver concluydas que empeçadas.
El poder del dinero:
¡Bulla moneda y dure el pleyto lo que durare! Todo lo puede el dinero: las peñas quebranta, los ríos passa en seco, no hay lugar tan alto que un asno cargado de oro no lo suba.
Las damas y el amor.
Las damas y el amor.
A casa voy de Pleberio; quédate a Dios. Que aunque esté brava Melibea, no es ésta, si a Dios ha plazido, la primera a quien yo he hecho perder el cacarear. Coxquillosicas son todas, más después que una vez consienten la silla en el envés del lomo, nunca querrían holgar: por ellas queda el campo; muertas sí, cansadas, no. Si de noche caminan, nunca querrían que amanesciesse; maldizen los gallos porque anuncian el día, y el reloj porque da tan apriessa. Requieren las cabrillas y el norte, haziéndose estrelleras; ya quando ven salir el luzero del alva, quiéreseles salir el alma. Su claridad les escurece el coraçón. Camino es, hijo, que nunca me harté de andar; nunca me vi cansada, y aun assí vieja como soy. Sabe Dios mi buen desseo; quánto más éstas que hirven sin fuego. Catívanse del primer abraço; ruegan a quien rogó; penan por el penado; házense siervas de quien eran señoras; dexan el mando y son mandadas. Rompen paredes, abren ventanas, fingen enfermedades. A los cherriaderos quiçios de las puertas hazen con azeytes usar su officio sin ruido. No te sabré dezir lo mucho que obra en ellas aquel dulçor que les queda de los primeros besos de quien aman. Son enemigas todas del medio, contino están posadas en los extremos.
Hechizo:
Conjúrote, triste Plutón, señor de la profundidad infernal, emperador de la core dañada, capitán sobervio de los condenados ángeles, señor de los sulfúreos fuegos que los hervientes étnicos montes manan, governador y veedor de los tormentos y atormentadores de las pecadoras ánimas, regidor de las tres furias, Tesífone, Megera y Aleto, administrador de todas las cosas negras del reyno de Stigie y Dite, con todas sus lagunas y sombras infernales y ligioso caos, mantenedor de las bolantes harpías, con toda la otra compañía de espantables y pavorosas ydras. Yo, Celestina, tu más conocida cliéntula, te conjuro por la virtud y fuerça destas vermejas letras, por la sangre de aquella noturna ave con que están escriptas, por la gravedad de aquestos nombres y signos que en este papel se contienen, por la áspera ponçoña de las bívoras de aqueste azeyte fue fecho, con el qual unto este hilado, vengas sin tardança a obedescer mi voluntad, y en ello te embuelvas, y con ello estés sin un momento te partir, hasta que Melibea con aparajeda oportunidad que haya lo compre, e con ello de tal manera quede enredada que quanto más lo mirare tanto más su coraçon se ablande a conceder mi petición, y se le abras y lastimes de crudo y fuerte amor de Calisto; tanto que despedida toda honestidad, se descubra a mí y me galardone mis passos y mensajes. Y esto hecho, pide y demanda de mí a tu voluntad. Si no lo hazes con presto movimiento, ternásme por capital enemiga; heriré con luz tus cárceles tristes y escuras; acusaré cruelmente tus continuas mentiras; apremiaré con mis ásperas palabras tu horrible nombre. Y otra y otra vez te conjuro; y assí, confiando en mi mucho poder, me parto para allá con mi hilado, donde creo te llevo ya embuelto.
La vejez.
Dios la dexe gozar su noble juventud y florida moçedad, que es el tiempo en que más plazeres y mayores deleytes se alcançaran. Que a la mi fe, la vegez no es sino mesón de enfermedades, posada de pensamientos, amiga de renzillas, congoxa continua, llaga incurable, manzilla de lo passado, pena de lo presente, cuydado triste de lo porvenir, vecina de la muerte, choça sin rama que se llueve por cada parte, cayado de mimbre que con poca carga se doblega. (...)
La voluntad de vivir y el deterioro de la vejez.
Assí que el niño dessea ser moço, y el moço viejo, y el viejo más, aunque con dolor; todo por bivir. Porque, como dizen, biva la gallina con su pepita. Pero quién te podrá contar, señora, sus daños, sus inconvenientes, sus fatigas, sus cuydados, sus enfermedades, su frío, su calor, su descontentamiento, su rinzilla, su pesadumbre; aquel arrugar de cara, aquel mudar de cabellos su primera y fresca color, aquel poco oýr, aquel debilitado ver, puestos los ojos a la sombra, aquel hondimiento de boca, aquel caer de dientes, aquel carecer de fuerça, aquel flaco andar, aquel spacioso comer.
El amor dulce.
Es un huego escondido, una agradable llaga, un sabroso veneno, una dulce amargura, una delectable dolencia, un alegre tormento, una dulce y fiera herida, una blanda muerte.
Dos mejor que uno:
¿Cómo? ¿Y dessas eres? ¿De essa manera te tratas? Nunca tú harás casa con sobrado. Absente le has miedo, ¿qué harías si estoviesse en la cibdad? En dicha me cabe, que jamás cesso de dar consejos a bovos y todavía hay quien yerre. Pero no me maravillo, que es grande el mundo y pocos los esperimentados. ¡Ay, ay, hija, si viesses el saber de tu prima y qué tanto le ha aprovechado mi criança y consejos! ¡Y qué gran maestra está! ¡Y aun que no se halla ella mal con mis castigos! Que uno en la cama y otro en la puerta y otro que sospira por ella en su casa se precia de tener. Y con todos cumple, y a todos muestra buena cara, y todos piensan que son muy queridos, y cada uno piensa que no hay otro y que él sólo es el privado, y él sólo es el que le da lo que ha menester. Y tú, ¿tú temes que con dos que tengas que las tablas de la cama lo han de descobrir? ¿De una sola gotera te mantienes? ¡No te sobrarán muchos manjares! No quiero arrendar tus esgamoches. Nunca uno me agradó, nunca en uno puse toda mi afición. Más pueden dos, y más quatro, y más dan, y más tienen, y más hay en qué escoger. No hay cosa más perdida, hija, que el mur que no sabe sino un horado; si aquel le tapan, no habrá donde se esconda el gato. Quien no tiene sino un ojo, mira a quanto peligro anda.Una alma sola ni canta ni llora, un solo acto no haze hábito; un frayle solo pocas veces lo encontrarás por la calle; una perdiz sola por maravilla buela; un manjar solo continuo presto pone hastío; una golondrina no haze verano; un testigo solo no es entera fe; quien sola una ropa tiene preslo la envejece. ¿Qué quieres, hija, de este número de uno? Más inconvenientes te diré del que años tengo a cuestas. Ten siquiera dos, que es compañía loable: como tienes dos orejas, dos pies y dos manos, dos sávanas en la cama, como dos camisas para remudar. E si más quisieres, mejor te yrá, que mientras más moros más ganancia; que honra sin provecho no es sino como anillo en el dedo. E pues entrambos no caben en un saco, acoge la ganancia.
El vino:
Después que me fui faciendo vieja, no sé mejor oficio a la mesa que escanciar. Porque quien la miel trata, siempre se la pega della. Pues de noche, en invierno, no hay tal escallentador de cama; que con dos jarrillos destos que beva quando me quiero acostar, no siento frío en toda la noche. Desto aforro todos mis vestidos quando viene la Navidad; esto me callenta la sangre; esto me sostiene continuo en un ser; esto me faze andar siempre alegre; esto me para fresca; desto vea yo sobrado en casa, que nunca temeré el mal año, que un cortezón de pan ratonado me basta para tres días. Esto quita la tristeza del coraçón, más que el oro y el coral; esto da esfuerço al moço, y al viejo fuerça; pone color al descolorido, coraje al covarde; al floxo diligencia, conforta los celebros, saca el frío del estómago, quita el hedor del anélito, haze potentes los fríos, haze suffrir malos afanes de las labranças a los cansados segadores, haze sudar toda agua mala, sana el romadizo y las muelas, sostiene sin heder en la mar, lo qual no haze el agua. Más propiedades te diría dello que todas tenéis cabellos. Assí que no sé quien no se goze en mentarlo. No tiene sino una tacha, que lo bueno vale caro y lo malo haze dañó; assí que con lo que sana el hígado enferma la bolsa. Pero todavía con mi fatiga busco lo mejor para esso poco que bevo: una sola dozena de veces a cada comida: No me harán passar de allí, salvo si no soy combidada, como agora.
Melibea, dulce como la miel.
Todo se ha hecho a mi voluntad. (...). Mi fin es llegado, llegado es mi descanso y tu passión, llegado es mi alivio y tu pena, llegada es mi acompañada hora y tu tiempo de soledad.
Desigualdad entre sexos.
¡O género femenino, encogido y frágile! ¿Por qué no fue tan bien a las hembras concedido poder descobrir su congoxoso y ardiente amor, como a los varones?
Derecho a decidir.
(...) déxenme mis padres gozar de él si ellos quieren gozar de mí. No piensen en esta vanidades ni en estos casamientos, que más vale ser buena amiga que mala casada, déxenme gozar mi mocedad alegre si quieren gozar su vejez cansada; si no, presto podrán aparejar su perdición y su sepultura. No tengo otra lástima sino por el tiempo que perdí de no gozarle, de no conoçerle, después que a mí me sé conoçer; no quiero marido, no quiero ensuziar los nudos del matrimonio, no las maritales pisadas de ajeno hombre a repisar, como muchas allo en los antiguos libros que leý, o que hizieron más discretas que yo, más subidas en stado y linaje.
Desigualdad entre sexos.
¡O género femenino, encogido y frágile! ¿Por qué no fue tan bien a las hembras concedido poder descobrir su congoxoso y ardiente amor, como a los varones?
Derecho a decidir.
(...) déxenme mis padres gozar de él si ellos quieren gozar de mí. No piensen en esta vanidades ni en estos casamientos, que más vale ser buena amiga que mala casada, déxenme gozar mi mocedad alegre si quieren gozar su vejez cansada; si no, presto podrán aparejar su perdición y su sepultura. No tengo otra lástima sino por el tiempo que perdí de no gozarle, de no conoçerle, después que a mí me sé conoçer; no quiero marido, no quiero ensuziar los nudos del matrimonio, no las maritales pisadas de ajeno hombre a repisar, como muchas allo en los antiguos libros que leý, o que hizieron más discretas que yo, más subidas en stado y linaje.
Areúsa, libre.
Ruyn sea quien por ruyn se tiene. Las obras hazen linaje, que al fin, todos somos hijos de Adán y Eva. Procure de ser cada uno bueno por sí y no vaya a buscar en la nobleza de sus pasados la virtud.
Areúsa describe a Melibea. (Contrasta con la descripción que hace Calisto de ella. Quizá sea el filtro del amor lo que idealice a la amada).
Pues no la has tú visto como yo, hermana mía; Dios me lo demande si en ayunas la topasses, si aquel día pudiesses comer de asco. Todo el año se está encerrada con mudas de mil suziedades. Por una vez que haya de salir donde pueda ser vista, enviste su cara con hiel y miel, con unas tostadas y higos passados, y con otras cosas que por reverencia de la mesa dexo de dezir. Las riquezas las hazen a éstas hermosas y ser alabadas, que no las gracias de su cuerpo, que assí goze de mí, unas tetas tiene para ser donzella como si tres vezes oviesse parido; no parecen sino dos grandes calabaças. El vientre no se le he visto, pero juzgando por lo otro creo que le tiene tan floxo como vieja de cinquenta años. No sé qué se ha visto Calisto porque dexa de amar otras que más ligeramente podría aver y con quien más él holgasse, sino que el gusto dañado muchas vezes juzga por dulce lo amargo.
Areúsa describe a Melibea. (Contrasta con la descripción que hace Calisto de ella. Quizá sea el filtro del amor lo que idealice a la amada).
Pues no la has tú visto como yo, hermana mía; Dios me lo demande si en ayunas la topasses, si aquel día pudiesses comer de asco. Todo el año se está encerrada con mudas de mil suziedades. Por una vez que haya de salir donde pueda ser vista, enviste su cara con hiel y miel, con unas tostadas y higos passados, y con otras cosas que por reverencia de la mesa dexo de dezir. Las riquezas las hazen a éstas hermosas y ser alabadas, que no las gracias de su cuerpo, que assí goze de mí, unas tetas tiene para ser donzella como si tres vezes oviesse parido; no parecen sino dos grandes calabaças. El vientre no se le he visto, pero juzgando por lo otro creo que le tiene tan floxo como vieja de cinquenta años. No sé qué se ha visto Calisto porque dexa de amar otras que más ligeramente podría aver y con quien más él holgasse, sino que el gusto dañado muchas vezes juzga por dulce lo amargo.
La primera feminista de la literatura que anuncia a Marx:
Assí gozé de mí que es verdad; que estas que sirven a señoras ni gozan deeyte ni conocen los dulces premios de amor. Nunca tratan con parientes, con yguales a quien puedan hablar tú por tú, con quien digan: "¿Qué cenaste? ¿Estás preñada? ¿Quántas gallinas crías? Llévame a merendar a tu casa. Muéstrame tu enamorado. ¿Quánto ha que no te vido? ¿Cómo te va con él? ¿Quién son sus vecinas?", y otras cosas de ygualdad semejantes. ¡O tía, y qué duro nombre y qué grave y soberbio es "señora" continuo en la boca! Por esto me vivo sobre mí, desde que me sé conocer. Que jamás me precié de llamarme de otrie sino mía, mayormente de estas señoras que agora se usan. Gástase con ellas lo mejor del tiempo, y con una saya rota de las que ellas desechan pagan servizios de diez años. Denostadas, maltratadas, las traen contino sojuzgadas, que hablar delante de ellas no osan. E quando veen cerca el tiempo de la obligación de casallas, levánteles un caramillo que se echan con el moço o con el hijo, o pídenles celos del marido, o que meten hombres en casa, o que hurtó la taça, o perdió el anillo; danles un ciento de açotes y échanlas la puerta fuera, las haldas en la cabeza, diziendo: "¡Allá yrás, ladrona, puta! No destruyrás mi casa y honra." Assí que esperan galardón, sacan baldón; esperan salir casadas, salen amenguadas; esperan vestidos y joyas de boda, salen desnudas y denostadas. Estos son sus premios, estos son sus beneficios y pagos. Oblíganse a darles marido; quítanles el vestido. La mejor honra que en sus casas tienen es andar fechas callejeras, de dueña en dueña, con sus mensajes a cuestas. Nunca oyen su nombre propio de la boca de ellas, sino "puta" acá, "puta" acullá. "¿A do vas, tiñosa? ¿Qué heziste, bellaca? ¿Por qué comiste esto, golosa? ¿Cómo fregaste la sartén, puerca? ¿Por que no limpiaste el manto, suzia? ¿Cómo dixiste esto, necia? ¿Quién perdió el plato, desaliñada? ¿Cómo faltó el paño de mano, ladrona?: a tu rufián le havrás dado. Ven acá, mala muger, la gallina havada no paresce; pues búscala presto, sino en la primera blanca de tu soldada la contaré." Y tras esto mill chapinazos y pellizcos, palos y açotes. No hay quien las sepa contentar, no quien pueda sofrillas. Su plazer es dar voces, su gloria es reñir. De lo mejor fecho, menos contentamiento muestran. Por esto, madre, he querido más vivir en mi pequeña casa, esenta y señora, que no en sus ricos palacios, sojuzgada y cativa.
Pleberio, ¡pobre Pleberio!
Ayúdame a llorar nuestra llagada postrimería.
Nihilismo.
¡Oh mundo, mundo! Yo pensaba en mi más tierna edad que eras y eran tus hechos regidos por alguna orden; agora, visto el pro y el contra de tus bienandanças, me pareces un laberinto de errores, un desierto espantable, una morada de fieras, juego de hombres que andan en corro, laguna llena de cieno, región llena de espinas, monte alto, campo pedregoso, prado lleno de serpientes, huerto florido y sin fruto, fuente de cuydados, río de lágrimas, mar de miserias, trabajo sin provecho, dulce ponçoña, vana esperanza, falsa alegría, verdadero dolor. (...) Pues desconsolado viejo, ¡qué sólo estoy! (...)