Nacho Vegas

"Tracé un ambicioso plan, consistía en sobrevivir". NACHO VEGAS.

domingo, 12 de abril de 2015

PALABREANDO. Glosario de léxico literario.


El adjetivo y el nombre,
remansos del agua limpia,
son accidentes del verbo
en la gramática lírica,
del Hoy que será Mañana,
y del Ayer que es Todavía.
Antonio Machado.




- Abismo.
Y la luna seguía corriendo, como despeñada, a caer en el abismo de la nube negra que la tragaría como un mar de betún.

La Regenta, Clarín.

- Abrumador.
Su doble misión de hombre de gobierno en la diócesis y sabio de la catedral le imponían un trabajo abrumador.

La Regenta, Clarín.

- Agasajar.
De cuantas personas entraban en aquella casa, la más agasajada por la familia de Santa Cruz era Guillermina Pacheco.

Fortunata y Jacinta, Galdós.

- Aguerrido.
Es algo formidable que vio la vieja raza;
robusto tronco de árbol al hombro de un campeón
salvaje y aguerrido cuya fornida maza
blandiera el brazo de Hércules o el brazo de Sansón.

Caupolicán, Azul..., Rubén Darío.

- Agravio.
Si de nuestros agravios en un libro
se escribiese la historia,
y se borrase en nuestras almas cuanto
se borrase en sus hojas;
te quiero tanto aún, dejó en mi pecho
tu amor huellas tan hondas,
que sólo con que tú borrases una,
¡las borraba yo todas!

Rima XXXVI,  Bécquer.

- Alféizar.
Dejé el paño del polvo en el alféizar y fui hasta él.

La joven de la perla, Tracy Chevalier.

- Ambicioso.
Tracé un ambicioso plan, consistía en sobrevivir.

Nuevos planes, idénticas estrategias, Nacho Vegas.

-Anhelo.
(...) anhelas ser una robusta villana, ricachona en medio de la sencillez y la abundancia, teniendo por maridillo al más chiflado de los artistas, al más espiritual habitante de esta tierra de luz, fecundidad y poesía.

Tristana, Galdós.

- Anodino.
El camino era bastante anodino, ya que atravesábamos una especie de planicie alta, barrida por el viento.

El huésped de Drácula, Bran Stoker.

- Arduo.
Las traslúcidas manos del judío
labran en la penumbra los cristales,
y la tarde que muere es miedo y frío.
(Las tardes a las tardes son iguales.)
Las manos y el espacio de jacinto,
que palidece en el confín del Ghetto,
casi no existen para el hombre quieto
que está soñando un claro laberinto.
No lo turba la fama, ese reflejo
de sueños en el sueño de otro espejo,
ni el temeroso amor de las doncellas.
Libre de la metáfora y del mito
labra un arduo cristal: el infinito
mapa de Aquel que es todas sus estrellas.

Spinoza, Borges.
    
- Aturdir.
Desesperado y aturdido, sin la presencia de ánimo que requería el caso, don Lope creía conjurar el peligro clamando al cielo.

Tristana, Galdós.

- Barbilampiño.
Lucas era en aquel entonce (...) de pequeña estatura (a lo menos con relación a su mujer), un poco cargado de espaldas, muy moreno, barbilampiño, narigón, orejudo y picado de viruelas.

El sombrero de tres picos, Alarcón.

- Bizarría.
Sin embargo, creer que el arrojo y destreza de una docena de hombres, criados desde su niñez en este oficio, familiarizados con sus riesgos y que al cabo perecen o son estropeados de él, se puede presentar a la misma Europa como un ejemplo de bizarría española, es un absurdo.

Memoria para el arreglo de la policía de espectáculos y diversiones, Jovellanos.

- Brisa.
En las tardes de rosas y brisas,
los dolores se olvidan, riendo,
y las penas glaciales se ocultan
tras los ojos radiantes de fuego.

Rimas, Juan Ramón Jiménez.

- Brotar.
Dos lágrimas brotaron lentamente de sus ojos y empezaron a deslizarse por sus mejillas.

Pepita Jiménez, Juan Valera.

- Bruma.
Cendal flotante de leve bruma,
rizada cinta de blanca espuma,
rumor sonoro
de arpa de oro,
beso del aura, onda de luz,
eso eres tú.

Tú sombra aérea, que cuantas veces
voy a tocarte, te desvaneces
como la llama, como el sonido,
como la niebla, como el gemido
del lago azul.

En mar sin playas onda sonante;
en el vacío, cometa errante;
largo lamento
del ronco viento,
ansia perpetua de algo mejor,
eso soy yo.

¡Yo, que a tus ojos, en mi agonía,
los ojos vuelvo de noche y día;
yo, que incansable corro demente
tras una sombra, tras la hija ardiente
de una ilusión!

Rima XV, Bécquer.

- Candor.
 Cuando arreglé los primeros asuntillos me di perfecta cuenta de mi candor al creer que las pesetas que traía en el bolso habrían de bastarme para llegar a América.

La familia de Pascual Duarte, Cela.

- Cautela.
¿Qué valen nuestras cautelas ante esta muerte?

Las Meninas, Buero Vallejo.

- Cavilar.
Aquella noche fue también mala para Fortunata, pues se la pasó casi toda cavilando, discurriendo sobre si el otro se acordaría o no de ella.

Fortunata y Jacinta, Galdós.

- Cobijar.
Sobre el vallado, un almendro inmenso, níveo de flor y de luna, revuelta la copa con una nube blanca, cobija el camino asaetado de estrellas de marzo...

Platero y yo, Juan Ramón Jiménez.

- Codicia.
En un país donde la guerra civil reinaba casi continuamente, alimentada por la ambición, la envidia y la codicia de los poderosos, un motivo poético debía conmover las almas con naturalidad: la igualdad de todos ante la muerte y la vanidad de todos aquellos bienes frágiles por los que intrigaban y se mataban.

La poesía lírica española y portuguesa al final de la Edad Media, Pierre Le Gentil.

- Cólera.
Iba ciego; le daba el corazón, que reventaba de celos, de cólera, que iba a sorprender a don Álvaro y a la Regenta en coloquio amoroso cuando menos.

La Regenta,Clarín.

- Congoja.
Es voz común que a más del mediodía,
en ayunas la Zorra iba cazando;
halla una parra, quédase mirando
de la alta vid el fruto que pendía.

Causábala mil ansias y congojas
no alcanzar a las uvas con la garra,
al mostrar a sus dientes la alta parra
negros racimos entre verdes hojas.

Miró, saltó y anduvo en probaduras,
pero vio el imposible ya de fijo.

Entonces fue cuando la Zorra dijo:
"No las quiero comer. No están maduras".

 Fábula, Samaniego.

- Conmiseración.
El aprecio que le tenía, la gratitud y aquella conmiseración inexplicable, porque no se compadece a los superiores, eran causa de que refrenase su repugnancia.

Fortunata y Jacinta, Galdós.

- Crepúsculo.
Cuando, en el crepúsculo del pueblo, Platero y yo entramos, ateridos, por la oscuridad morada de la calleja miserable que da al río seco, los niños pobres juegan a asustarse, fingiéndose mendigos.

Platero y yo, Juan Ramón Jiménez.

- Deleitar.
Por cierto, los gloriosos santos, que se deleitan en la visión divina, no gozan más que yo ahora en el acatamiento tuyo.

La Celestina, Fernando de Rojas.

- Desabrido.
(...) era también desabrida y violenta, tenía un humor que se daba a todos los diablos y un lenguaje en la boca que Dios le haya perdonado porque blasfemaba las peores cosas a cada momento y por los más débiles motivos.

La familia de Pascual Duarte, Cela.

- Desdén.
¿Quién menoscaba mis bienes?
¡Desdenes!
y ¿quién aumenta mis duelos?
¡Los celos!
Y ¿quién prueba mi paciencia?
¡Ausencia!

De este modo en mi dolencia
ningún remedio se alcanza,
pues me matan la esperanza,
desdenes, celos y ausencia.

¿Quién me causa este dolor?
¡Amor!
Y ¿quién mi gloria repuna?
¡Fortuna!
Y ¿quién consiente mi duelo?
¡El cielo!

De este modo yo recelo
morir de este extraño,
pues se aúnan en mi daño
amor, fortuna y el cielo.

¿Quién mejorará mi suerte?
¡La muerte!
Y el bien de amor, ¿quién le alcanza?
¡Mudanza!
Y sus males, ¿quién los cura?
¡Locura!

De este modo no es cordura
querer curar la pasión,
cuando los remedios son
muerte, mudanza y locura.

Ovillejos, Miguel de Cervantes.

- Dicha.
¿Qué necesito -pensé- para encontrar la dicha? Ser libre; la libertad basta para mi dicha.

Parábola, Pío Baroja.

- Dignidad.
Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un ladrido interminable.

Hija mía es mejor vivir
con la alegría de los hombres
que llorar ante el muro ciego.

Te sentirás acorralada
te sentirás perdida o sola
tal vez querrás no haber nacido.

Yo sé muy bien que te dirán
que la vida no tiene objeto
que es un asunto desgraciado.

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.

Un hombre solo una mujer
así tomados de uno en uno
son como polvo no son nada.

Pero yo cuando te hablo a ti
cuando te escribo estas palabras
pienso también en otros hombres.

Tu destino está en los demás
tu futuro es tu propia vida
tu dignidad es la de todos.

Otros esperan que resistas
que les ayude tu alegría
tu canción entre sus canciones.

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.

Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.

La vida es bella tu verás
como a pesar de los pesares
tendrás amor tendrás amigos.

Por lo demás no hay elección
y este mundo tal como es
será todo tu patrimonio.

Perdóname no sé decirte
nada más pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino.

Y siempre siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.

Palabras para Julia, José Agustín Goytisolo.

- Enajenar.
Tu presencia me enajena,
tus palabras me alucinan,
y tus ojos me fascinan,
y tu aliento me envenena.

Don Juan Tenorio, José Zorrilla.

- Enjuto.
Alta, enjuta, inquieta; se la retorcían las ropas con un movimiento de sierpe, sus dientes blanquísimos, un poco descarnados, le asomaban en sonrisa casi continua que se le enfriaba tirantemente sin animar sus mejillas de polvos agrietados.

Nuestro padre San Daniel, Gabriel Miró.

- Enojo.
¡Oh! Sí, bellísima Inés,
espejo y luz de mis ojos;
escucharme sin enojos,
como lo haces, amor es.

Don Juan Tenorio, Zorrila.

-Epístola.
Aguardaba con ansia el día para escribir a Horacio, y al amanecer, antes que se levantara don Lope, enjaretó una larga y nerviosa epístola.

Tristana, Galdós.

- Errante.
¿qué signo haces, oh Cisne, con tu encorvado cuello
al paso de los tristes y errantes soñadores?
¿Por qué tan silencioso de ser blanco y ser bello,
tiránico a las aguas e impasible a las flores?

Los cisnes, Cantos de vida y esperanza, Rubén Darío.

- Esmero.
Ayudada por Saturna, se acostó, después que ésta le hubo curado con esmero exquisito la rodilla enferma, renovándole los vendajes.

Tristana, Galdós.

- Esquivo.
Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde, animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño:
esto es amor: quién lo probó lo sabe.

Lope de Vega.

- Estupor.
También es comprensible el estupor de algunos centros de asistencia a víctimas de agresiones sexuales ante la postura de muchas adolescentes que se niegan a separarse, a pesar de su dramática situación.

A  tortas con la piba, Maxi Rodríguez.

- Famélica.
Desnuda está la tierra,
y el alma aúlla al horizonte pálido
como loba famélica. ¿Qué buscas,
poeta, en el ocaso?

Amargo caminar, porque el camino
pesa en el corazón. ¡El viento helado,
y la noche que llega, y la amargura
de la distancia!... En el camino blanco

algunos yertos árboles negrean;
en los montes lejanos
hay oro y sangre... El sol murió... ¿Qué buscas,
poeta, en el ocaso?

Soledades. Galerías. Otros poemas. Machado.

- Fugaz.
(...) mientras en las copas cristalinas hervía el champaña con su burbujeo luminoso y fugaz.

El Rey burgués. (Cuento alegre) Rubén Darío.

- Fulgor.
Al brillar un relámpago nacemos
y aún dura su fulgor cuando morimos:
¡tan corto es el vivir!
La Gloria y el Amor tras que corremos
sombras de un sueño son que perseguimos:
¡despertar es morir!

Rima LXIX, Bécquer.

- Fúnebre.
Niños y mujeres del pueblo pasaban también, cargados de coronas fúnebres baratas, de cirios flacos y de otros adornos de sepultura.

La Regenta, Clarín.

- Gentil.
Nunca perseguí la gloria
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles
como pompas de jabón.
Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar
súbitamente y quebrarse.

Proverbios y cantares, Antonio Machado.

- Gorjear.
Gorjeaban los dulces ruiseñores,
el sol iluminaba mi alegría,
el aura susurraba entre las flores,
el bosque mansamente respondía,
las fuentes murmuraban sus amores...

Canto a Teresa, José Esprnceda.

- Gozar. 
Déjenme mis padres gozar de él, si ellos quieren gozar de mí.

La Celestina, Fernando de Rojas.

- Hastío.
Pasan las horas de hastío
por la estancia familiar,
el amplio cuarto sombrío
donde yo empecé a soñar.

Del reloj arrinconado,
que en la penumbra clarea,
el tic tac acompasado
odiosamente golpea.

Dice la monotonía
del agua clara al caer:
un día es como otro día;
hoy es lo mismo que ayer.

Cae la tarde. El viento agita
el parque mustio y dorado.
¡Qué largamente ha llorado
toda la tarde marchita!

Hastío, Antonio Machado.

- Hedor.
Un hedor similar al amoníaco envenena el aire.

La mujer de vapor, Ruiz Zafón.

- Hostil.
Inventario de lugares propicios al amor.
Son pocos.
La primavera está muy prestigiada, pero
es mejor el verano.
Y también esas grietas que el otoño
forma al interceder con los domingos
en algunas ciudades
ya de por sí amarillas como los plátanos.
El invierno elimina muchos sitios:
quicios de puertas orientadas al norte,
orillas de los ríos,
bancos públicos.
Los contrafuertes exteriores
de las viejas iglesias
dejan a veces huecos
utilizables aunque caiga nieve.
Pero desengañémonos: las bajas
temperaturas y los vientos húmedos
lo dificultan todo.
Las ordenanzas, además, proscriben
la caricia (con exenciones
para determinadas zonas epidérmicas
-sin interés alguno-
en niños, perros y otros animales)
y el "no tocar, peligro de ignominia"
puede leerse en miles de miradas.
¿Adónde huir, entonces?
Por todas partes ojos bizcos,
córneas torturadas,
implacables pupilas,
retinas reticentes,
vigilan, desconfían, amenazan.
Queda quizá el recurso de andar solo,
de vaciar el alma de ternura
y llenarla de hastío e indiferencia,
en este tiempo hostil, propicio al odio.

Inventario de lugares propicios al amor, Ángel González.

-Ignominia.
Una  certidumbre despreciativa permitía encontrar en los rostros de los coreanos la marca de la ignominia y de la raza inferior.

Tiempo de silencio, Martín Santos.

- Indiferencia.
A Andrés le indignó la indiferencia de la gente al conocer la noticia.

El árbol de la ciencia, Baroja.

- Inefable.
Cada vez que se encuentran nuestras miradas se lanzan en ellas nuestras almas, y en los rayos que se cruzan se me figura que se unen y compenetran. Allí se descubren mil inefables misterios de amor, allí se comunican sentimientos que por otro medio no llegarían a saberse, y se recitan poesías que no caben en lengua humana, y se cantan canciones que no hay voz que exprese (...).

Pepita Jiménez, Juan Valera.

- Infame.
Infame turba de nocturnas aves
gimiendo tristes y volando graves.

Virgilio.

- Ira.
Y, en lugar de aplacarse tan injusta ira con la sangre de este inocente, creció el furor del vulgo y se hizo una horrible matanza de todos cuantos eran sospechosos de origen hebreo.

Teatro crítico universal, Feijoo.

- Insomnio.
Al ver mis horas de fiebre
e insomnio lentas pasar,
a la orilla de mi lecho,
¿quién se sentará?

Cunado la trémula mano
tienda próximo a expirar
buscando una mano amiga,
¿quién la estrechará?

Cuando la muerte vidrie
de mis ojos el cristal,
mis párpados aún abiertos,
¿quién los cerrará?

Cuando la campana suene
(si suena en mi funeral),
una oración al oírla,
¿quién murmurará?

Cuando mis pálidos restos
opriman la tierra ya,
sobre la olvidada fosa.
¿quién vendrá a llorar?

¿Quién en fin al otro día,
cuando el sol vuelva a brillar,
de que pasé por el mundo,
quién se acordará?

Rima LXI, Gustavo Adolfo Bécquer.

- Júbilo. 
Tan voluble y extremosa era en sus impresiones la señorita de Reluz, que fácilmente pasaba del júbilo desenfrenado y epiléptico a una desesperación lúgubre.

Tristana, Benito Pérez Galdós.

- Ladino.
Busqué trotaconventos, cual me mandó el Amor,
de entre las más ladinas, escogí la mejor.
¡Dios y la mi ventura guiaron mi labor!
Acerté con la tienda del sabio vencedor.

Libro de Buen amor, Juan Ruiz.

- Lánguido.
Ana, lánguida, apoyó la cabeza en las barras frías de la gran puerta de hierro que era la entrada del parque por la calle de Traslacerca.

La Regenta, Clarín.

- Lecho.
Una noche de verano
-estaba abierto el balcón
y la puerta de mi casa-
la muerte en mi casa entró.
Se fue acercando a su lecho
-ni siquiera me miró-,
con unos dedos muy finos
algo muy tenue rompió.
Silenciosa y sin mirarme,
la muerte otra vez pasó
delante de mí. ¿Qué has hecho?
La muerte no respondió.
Mi niña quedó tranquila,
dolido mi corazón.
¡Ay, lo que la muerte ha roto
era un hilo entre los dos!

Campos de Castilla, Antonio Machado.

- Legar.
En Roma vivíamos en una enorme casa que había pertenecido a mi abuelo, y que éste había legado en su testamento a mi abuela.

Yo, Claudio, Graves.

- Lisonjero.
Tus lindos ojuelos
me matan de amor.

Ora vagos giren,
o  párense atentos,
o miren exentos,
o lánguidos miren,

o injustos se aíren,
culpando mi ardor,
tus lindos ojuelos
me matan de amor.

Si al final del día
emulando ardientes,
alientan clementes
la esperanza mía,

y en su halago fía
mi crédulo error,
tus lindos ojuelos
me matan de amor.

Si evitan arteros
encontrar los míos,
sus falsos desvíos
me son lisonjeros.

Negándome fieros
su dulce pavor,
tus lindos ojuelos
me matan de amor.

Los cierras burlando
y ya no hay amores,
sus flechas y ardores
tu fuego apagando;

Yo entonces temblando
clamo en tanto horror:
"¡Tus lindos ojuelos
me matan de amor!".

Los abres riente
y el Amor renace
y en gozar se place
de su nuevo oriente,

cantando demente
yo al ver su fulgor:
"¡Tus lindos ojuelos
me matan de amor!"

Tórnalos, te ruego,
niña, hacia otro lado,
que casi he cegado
de mirar su fuego.

¡Ay! tórnalos luego,
no con más rigor
tus lindos ojuelos
me matan de amor.

Tus lindos ojuelos, Meléndez Valdés.

- Locuacidad.
España es un país que habla demasiado, y algo está muy podrido cuando esa locuacidad, tanto pública como privada, tiene como principal objeto denigrar, calumniar y escarnecer al prójimo.

Javier Marías.

- Lucrar.
Mató porque su capitán se lucraba con el hambre de los soldados.

Las Meninas, Buero Vallejo.

- Manido.
Cuando hoy día decimos lugar común, el dicho lleva siempre una punta o una causa de desdén. Se sobrentiende la referencia a algo manido y trivial, de uso multitudinario y que ya tiene gastados sus aceros de originalidad.

Jorge Manrique o tradición y originalidad, Pedro Salinas.

- Melancolía.
¡Oh, amigo mío! El cielo está opaco, el aire frío, el día triste. Flotan brumosas y grises melancolías...

El Rey burgués. (Cuento alegre) Rubén Darío.


Cuando pienso en los años
aquellos, en los días
del amor y del deseo,
siento melancolía.
Ni tú ni yo sabíamos
vivir entonces sin la
urgencia de encontrarnos,
sin respirar la dicha
de estar juntos. Ardía
una llama en nosotros
que eterna parecía.
Pero ha pasado el tiempo
por tu vida y por la mía.
Y en esto se ha resuelto
al fin la maravilla:
ya no te necesito,
ni tú me necesitas.
Qué terrible es que nada
dure, que en la semilla
de cuanto llega a ser
la muerte esté escondida.
El fuego más hermoso
concluye en la ceniza,
la luz se vuelve sombra,
y la verdad, ¿mentira?

La vida, E. Sánchez Rosillo.

-Mezquino.
(...)
Libertad no conozco si no la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de eta existencia mezquina,
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que  me exalta,
la única libertad por que muero.
(...)
Si el hombre pudiera decir, Luis Cernuda.

- Misericodioso.
No sé si nuevamente se me otorga
el don de hacer poemas -no se sabe
nunca si es la verdad o si es tan sólo
nuestro deseo de encontrarla lo que
nos despierta la voz y nos remueve
en lo profundo el corazón-, mas dejo
sobre el papel estas palabras que hoy
vienen de no sé dónde y me aproximan
a las cosas del mundo, a los afanes
de mi antigua persona. Tanto tiempo
de sombras en mi vida, y de repente
llega otra vez la luz que me redime
la misericordiosa claridad
que me salva por dentro y da a mi pecho
libertada y consuelo. Abro los ojos
y miro. ¿Rompe el alba? Se diría
que acaba la tiniebla. Y que amanece.

La vida, Sánchez Rosillo.


- Monótono.
Todos los años al oír la campanas doblar tristemente el día de los Santos, por la tarde, sentía una angustia nerviosa que encontraba pábulo en los objetos exteriores, y sobre todo en la perspectiva ideal de un invierno, de otro invierno húmedo, monótono, interminable, que empezaba con el clamor de aquellos bronces.

La Regenta, Clarín.

-Muchedumbre.
Una muchedumbre de heridos yace sobre una laguna de sangre.

La mujer de vapor, Ruiz Zafón.

- Mudar.
Mudan de rostro mil veces más a menudo que de vestido.

Cartas marruecas, José Cadalso.

- Musitar.
Después de otro momento de silencio, musitó que yo era raro, que sin duda ella me quería por eso, pero que tal vez un día yo le repugnaría por las mismas razones.

El extranjero, Camus.

- Mustio.
Una a una las hojas secas van cayendo
de mi corazón mustio, doliente y amarillo.
El agua que otro tiempo, salía de él, riendo,
está parada, negra, sin cielo ni estribillo.

¿Fue sueño mi árbol verde, mi copa de frescura,
mi fuente entre las rosas, de sol y de canciones?
¿La primavera fue una triste locura?
¿Viento aquella florida bandada de ilusiones?

Será mi seco tronco, con su nido desierto;
y el ruiseñor que se miraba en la laguna
callará, espectro frío, entre el ramaje yerto
hecho ceniza por la vejez de la luna.

Elegías, Juan Ramón Jiménez.

- Necio.
Todo necio
confunde valor y precio.

Antonio Machado.

- Nostalgia.
La nostalgia tristísima arroja
en las almas su amargo silencio,
y los niños se duermen soñando
con ladrones y lobos hambrientos.

Rimas, Juan Ramón Jiménez.

-Obstinado.
Recuerda aún los adverbios temporales:
ahora, nunca, luego,
todavía, ya no...
Y repite obstinado alguno de ellos:
antes después...
Solamente un olvido le atormenta:
¿después? ¿antes?... ¿de qué?

Tal vez mejor así, Ángel González.

- Osadía.
¡Un ser como el hombre no puede vivir sin matar, tiene la osadía, la incomprensible vanidad de presumirse perfecto!

Un reo de muerte, Larra.

- Otero.
Pastores, los que fuerdes
allá, por las majadas, al otero
si por ventura vierdes
aquel que yo más quiero,
decidle que adolezco, peno y muero.

Cántico espiritual, San Juan de la Cruz.

- Páramo.
¿Adónde voy? El más sombrío y triste
de los páramos cruza,
valle de eternas nieves y de eternas
melancólicas brumas.

En donde esté una piedra solitaria
sin inscripción alguna,
donde habite el olvide,
allí estará mi tumba.

Rima LXVI, Gustavo Adolfo Bécquer.

- Pingüe.
Labrar en pocos años pingüe fortuna, pasar de la pobreza a la opulencia...era imposible por medios lícitos.

Miau, Galdós.

- Quebranto.
La mudanza de una casa en que había tan diversos objetos, algunos de mérito, dos o tres cuadros buenos, bronce, espejos, guardabrisas y cortinajes riquísimos, que eran despojos de la ornamentación de palacio no se hizo sin dificultades ni quebranto.

Tormento, Galdós.

- Ribera.
Buscando mis amores,
iré por esos montes y riberas;
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.

Cántico espiritual, san Juan de la Cruz.

- Risueño.
La plaza y los naranjos encendidos
con sus frutas redondas y risueñas.

Tumulto de pequeños colegiales
que, al salir en desorden de la escuela,
llenan el aire de la plaza en sombra
con la algazara de sus voces nuevas.

¡Alegría infantil en los rincones
de las ciudades muertas!

¡Y algo nuestro de ayer, que todavía
vemos vagar por estas calles viejas!

Antonio Machado.

- Sendero.
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero...
-La tarde cayendo está-.

Soledades, Antonio Machado.

- Soberbia.
Esto lo pronunciaba dando a su bonita y pequeña nariz una hinchazón enfática, rasgo físico que marcaba con infalible precisión lo mismo sus accesos de soberbia que las resoluciones de su bien templada voluntad.

Tormento, Galdós.

- Sobrio.
Recorriendo estos viejos pueblos castellanos, tan abiertos, tan espaciosos, tan llenos de un cielo lleno de luz, sobre esa tierra serena y reposada, juntos a estos pequeños ríos sobrios, es como el espíritu se siente atraído por sus raíces a lo eterno de la casta.

Hacia el Escorial, Unamuno.

- Sopor.
Hizo un esfuerzo por vencer el sopor y se pellizcó los brazos diciendo: "¡Ay! ¡Contro! Si me duermo y se me pone al lado el Cristo de las melenas, del miedo me caigo muerto."

  Miau, Galdós.

- Sublime.
Quiere decir que no hay idea positiva ni sublime que el hombre no impregne de ridiculeces.

Un reo de muerte, Larra.

- Sucinto.
No cabe más sucinta y didáctica explicación.

El dardo en la palabra, Fernando Lázaro Carreter.

- Taciturno.
Desde el día posterior a las incomprensibles declaraciones de Víctor, notó a éste taciturno. Evitaba encontrarse solo con su cuñada; apenas la miraba, y ni por incidencia la dirigía palabra alguna.
Miau, Galdós.

-Tedio.
No sería un pecado ese tedio si se pudiera remediar, sería un pecado si no se quisiera remediar; pero a Dios gracias se quiere y se puede curar... y de eso se trata, amiga mía.

La Regenta, Clarín.

- Tétrico/Tenebroso.
En la iglesia había muy poca luz, y todo en ella era misterio, sombras que la cadencia tétrica del rezo hacía más cerradas y tenebrosas.

Miau, Galdós.

- Tez.
Bailan las gitanas,
míralas el rey;
la reina, con celos,
mándalas prender.

Por Pascua de Reyes
hicieron al rey
un baile gitano
Belica e Inés.
Turbada Belica,
cayó junto al rey,
el rey la levanta
de puro cortés;
mas como es Belica
de tan linda tez,
la reina celosa,
mándalas prender.

Miguel de Cervantes.

- Trémula.
- ¡No están! -dijo el Magistral sin pensar en  la sospecha que podía despertar su aspecto, su conducta, su voz trémula, todo lo que delataba a voces su pasión, sus celos, su indignación de marido ultrajado, absurda en él.

La Regenta, Clarín.

- Trepidar.
Luego, a una voz de mando
por algún héroe de las artes dada,
empezó el tren a trepidar, andando
con un trajín de fiera encadenada.
Al dejar la estación, lanzó un gemido
la máquina, que libre se veía,
y corriendo al principio solapada
cual la sierpe que sale de su nido,
ya al claro resplandor de las estrellas,
por los campos, rugiendo, parecía
un león con melena de centellas.

El tren expreso, Campoamor.

- Tumulto.
Tumulto de pequeños colegiales
que, al salir en desorden de la escuela,
llenan el aire de la plaza en sombra
con la algazara de sus voces nuevas.

¡Alegría infantil en los rincones
de las ciudades muertas!...

¡Y algo de ayer, que todavía
vemos vagar por estas calles viejas!

La plaza y los naranjos, Antonio Machado.

- Turbamulta.
Una turbamulta de chiquillos se agolpó a la puerta al saber que por allí andaba la guardia civil, y nos dio una cencerrada que hubimos de tener un mes entero clavada en los oídos.

La familia de Pascual Duarte, Cela.

- Turbar.
¡Oh! Me encontraba tranquilo, nada turbaba mi alma.

El reloj, Pío Baroja.

- Turbio.
(...) y pedí a la luna que rompiera su negro manto de ébano y acariciara mis ojos, mis pobres ojos, turbios por la angustia de la muerte, con su mirada argentada y casta.

El reloj, Pío Baroja.

- Ulular.
(...) se oyó la cisterna del retrete que, al rellenarse, producía un traqueteo que terminaba en un silbido parecido al ulular del viento.

Los girasoles ciegos, Alberto Méndez.

- Umbrío.
Umbrío por la pena, casi bruno,
porque la pena tizna cuando estalla,
donde yo no me hallo no se halla
hombre más apenado que ninguno.

Sobre la pena duermo solo y uno,
pena es mi paz y pena mi batalla,
perro que ni me deja ni se calla,
siempre a su dueño fiel, pero inoportuno.

Cardos y penas llevo por corona,
cardos y penas siembran sus leopardos
y no me dejan bueno hueso alguno.

No podrá con la pena mi persona
rodeada de penas y de cardos:
¡cuánto penar para morirse uno!

Miguel Hernández


- Vano.
Mientras por competir con tu cabello,
oro bruñido al sol relumbra en vano;
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;

mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano;
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello;

goza cuello, cabello, labio, fuente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,

no solo en plata o viola ya troncada
mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

Luis de Góngora.

-Vehemente.
Sintió entonces que la vitalidad del valle le penetraba desordenada e íntegra y que él entregaba la suya al valle en un vehemente deseo de fusión, de compenetración íntima y total.

El camino, Delibes.

- Ventura.
La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta, o poco más, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer; que ésta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.

Don Quijote de la Mancha, Cervantes.

- Vereda.
Protesto, me da la gana protestar contra los hombres, que se han cogido todo el mundo por suyo, y nos han dejado a nosotras más que las veredas estrechitas por donde ellos no saben andar.

Tristana, Galdós.

- Vil.
-No huyáis, cobardes y viles criaturas; que en un solo caballero es el que os acomete.

Don Quijote de la Mancha, Cervantes.

- Viril.
Al abrirse el gimnasio, había oído otra voz que le mandaba ser fuerte, viril y saludable.

Retrato del artista adolescente, James Joyce.

- Viscoso.
Había creído sentir sobre la boca el vientre viscoso y frío de un sapo.

La Regenta, Clarín.

- Vislumbrar.
En la tiniebla, Virginia vislumbrada un resplandor azul por la rendija de la puerta.

La mujer de vapor, Ruiz Zafón.

- Vituperar.
¡Ay doctor, no me vitupere usted por mi cobardía! No sirvo para estas cosas.

Tristana, Galdos.

- Volátil.
No es un combustible cualquiera; es un tipo especial de queroseno denominado "Jet A" particularmente volátil.

La mujer de vapor, Ruiz Zafón.

- Voraz.
No; el amor que hoy se atesora
en mi corazón mortal
no es un amor terrenal
como el que sentí hasta ahora;
no es esa chispa fugaz
que cualquier ráfaga apaga;
es incendio que se traga
cuanto ve, inmenso, voraz.

Don Juan Tenorio, José Zorrilla.

- Yerto.
Desde la ventana se veía la luna, que ilumina con su luz espectral el campo yerto y desnudo; en los fosos se estremecía el agua intranquila y llena de emanaciones.

El reloj, Pio Baroja.

- Zozobra.
Asaltado de ideas pesimistas y lleno de zozobra y cavilaciones, resolvió marchar a Madrid, (...).

Tristana, Galdós.

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